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María Teresa Domínguez Rodríguez

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«¿Por qué no te callas?»

por María Teresa Domínguez RodríguezActualizado el 19 febrero 202119 febrero 2021

“¿Por qué no te callas?” fue lo que le espetó el entonces rey de España, Juan Carlos I, al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, durante la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado celebrada en Santiago de Chile en el año 2007. Chávez interrumpía continuamente al presidente del Gobierno de España,  José Luis Rodríguez Zapatero, y calificaba de “fascista” al expresidente José María Aznar. Cuando Rodríguez Zapatero exigió respeto para Aznar, siendo interrumpido una vez más por Chávez, el rey pronunció esta frase, exhortando a Chávez a callarse. La Cumbre nos dejó para la posterioridad esta fabulosa declaración de hartazgo, elocuente manifestación de agotada paciencia que hoy podríamos dirigir a ciertos especímenes que se creen la octava maravilla del mundo.

No es mi intención elaborar un listado de estereotipos, pero sí llamar la atención sobre la idiosincrasia y comportamiento de determinados miembros de nuestra sociedad. Desde la vecina chismosa al político de verborrea incesante; desde el novio manipulador a la novia que te arma una escena por celos en medio de El Corte Inglés; desde el tertuliano insufrible que no respeta los turnos de intervención hasta el tarambana que disfruta contando mil y una batallitas de sus conquistas amorosas; desde el youtuber endiosado a la influencer que se viene arriba cuando le ponen un micrófono por delante; desde la madre transformada en máquina de reñir hasta el colega que despelleja a su “amigo del alma”; desde el mediático gurú de la autoayuda hasta la despechada que se recorre todos los platós de televisión contando una y otra vez la misma historia. Insisto: estos roles pueden ser desempeñados por cualquier persona, independientemente de su identidad sexual. Son ejemplos vulgares (y me he dejado muuuuchos en el tintero) de cómo emplear las palabras de manera ofensiva e intrascendente.

La verdad, la bondad y la utilidad son los tres filtros que Sócrates anima a aplicar a lo que se va a decir antes de decirlo. Afirma también un proverbio árabe: “Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo digas”. En el libro Los cuatro acuerdos, de Miguel Ruiz, se destaca en primer lugar: “Sé impecable con tus palabras”, y se especifica que es el acuerdo más importante y más difícil de cumplir. Pero, ¿por qué debemos ser tan cuidadosos con nuestro lenguaje? Es muy popular eso de que “Las palabras se las lleva el viento”, o que “Una imagen vale más que mil palabras” y, sin embargo, resulta que las palabras se clavan en el cerebro, de allí brotan los pensamientos y entonces surgen las emociones y sentimientos. Los seres humanos poseemos el don de la palabra y la forma en que lo usemos marcará la diferencia entre la fuerza y la herida, la felicidad y el tormento.

¿Quién es ese individuo que se atreve a opinar de lo que no sabe? ¿Con qué autoridad juzga la filosofía o actitud del otro? Hablar mucho y no decir nada, pero hablar, a fin y al cabo, para que el centro de atención se mantenga focalizado alrededor de su ombligo. Criatura de mente calenturienta y lengua afilada que expulsa veneno por la boca y que se intoxicará a poco que se muerda la sinhueso. Los hay que preparan el discurso de rigor con ahínco, midiendo el sufrimiento que ocasionará que hará cada vocablo, y otros que sueltan lo primero que se les viene a la cabeza sin pensar en las consecuencias. No sé cuál de los dos es peor, si el malintencionado o el inconsciente; al fin y al cabo, aunque luego implores perdón por lo que has dicho, el daño ya está hecho.

El que parlotea sin cesar no tiene ni idea de lo que es la empatía y la escucha activa le resulta inconcebible. Resultado: la pobre víctima de su cháchara no tiene ocasión de proporcionar feedback. Aquí no existe diálogo que valga y el evento se reduce a un soliloquio redundante, un monólogo vomitado en un escenario donde no caben más actores que el protagonista bocazas. Porque, para más inri, este personajillo infame ni siquiera se detiene a reflexionar sobre si lo que dice interesa a alguien. La media neurona que habita en su neocórtex no da para tanto.

Se me antoja que la persona que habla sin parar padece algún tipo de desequilibrio mental o emocional, es extrovertido en demasía o bien personifica el egocentrismo elevado a la enésima potencia. Esto último daría para una enciclopedia, así que únicamente subrayaré tres rasgos del egocéntrico locuaz:

  • Saben de todo (o eso piensan). Si saben poco, el resto se lo inventan. Si saben mucho, es la muerte a pellizcos.
  • Cada anécdota es un episodio de telenovela, plagado de datos y aclaraciones. Si se lo permites, te contarán la telenovela completa.
  • Cuando tú vas, ellos ya han vuelto, se han echado una siesta, han ido otra vez y han vuelto siete veces. Así que te darán consejos aunque no se los pidas.

Quienes aguantan este cotorreo tienen en su mano una herramienta perfecta para enfrentarse a estos parlanchines: la asertividad. Sana expresión de la autoestima, la asertividad permite encarar con seguridad la situación y expresar, con firmeza y sin agresividad, el desagrado ante el palique desmedido. Decir “no” al bombardeo de palabras insulsas y malsonantes es, además de un derecho asertivo, adoptar una postura inteligente ante el abuso del charlatán. No importa si estás loco o cuerdo; si no quiero escucharte, no voy a escucharte.

No obstante, también es un derecho asertivo el derecho a escoger no comportarse de una forma asertiva. Así que, cuando la situación nos supere y ya no podamos (o no queramos) seguir tolerando la avalancha verbal del mamarracho de turno, siempre nos quedará ese maravilloso “¿Por qué no te callas?”. Total, si hasta un rey se permitió decirlo y se quedó tan tranquilo, ¿vamos a ser nosotros menos que un rey? Pues nada, menos hablar y más hacer, que es lo que necesita este país.

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Etiquetas: asertividadautoestimacerebroComunicaciónderechos asertivosdiálogoegocentrismoemocionesempatíaescucha-activafeedbackimageninfluencerinteligencia emocionallenguajemedios de comunicaciónpalabrapensamientosentimientosilenciosociedadyoutuber

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